miércoles, 16 de mayo de 2012

Esclava de mí



Corres el riesgo de convertirte en eso que odias; en aquello que pretendes desterrar de tu vida y, si eres generoso, de la de los demás.
La vulnerabilidad viene del poder, de la fuerza, de tu oponente. Tú también lo eres o crees serlo, pero aunque vuestros poderíos sean semejantes, corres riesgo. Lo corréis ambos.
Tú el que odia; aquello lo odiado. Aquello que odia; tú el odiado también. Os miráis, os analizáis y... la palidez cubre nuestros rostros cuando vemos en nosotros lo que detestábamos en... ellos.
Maldita sea, te ha hecho esclavo de su odio y teniente insoportable de tuyo.

Se suele decir que quien juega con fuego acaba quemándose. Yo me decanto por la posibilidad de que acabes quemando como él mismo...
Cuidado contra lo que luchas: puedes acabar luchando contigo mismo.
Podríamos decir que aunque suene extraño, cuanto más luchamos, más vulnerables somos. Pones todos tus esfuerzos y capacidades en acabar con lo que te atormenta sin darte cuenta por la ceguera de tu odio de que tu tormento te sondea hasta calar tu corazón y tus más hondos sentimientos. Es como un aura que todo lo cubre; que todo lo tiñe. Intenta escapar de una brisa de aire... ¿Qué parte de tu cuerpo no ha rozado la respiración del suelo que pisas? Ninguna...

La tristeza de la impotencia te cierra la visión como si mirases por un tubo. Ya no importa lo que hay alrededor. Ya no lo ves; y como no lo ves, no lo piensas, NO TE DUELE.
Miras fijamente tu objetivo. Te centras con cautela y ¡sin miedo! Tu mente está tan obcecada que ya no temes ni al mismísimo terror. Te da igual todo. ¡Te has convertido en un ser inhumano! Aquello... que odiabas...
Y ahora, está en ti. Eres tú. Te odias A TI. ¿Cómo luchar contra uno mismo? Es una lucha ganada; conoces tus defectos, tus puntos flacos y fuertes como nadie. Sabes cuándo atacarte; sabes ganar la batalla. Pero quién gana... si ganas tú... ¡y pierdes tú!
Qué parte de ti quedará en el suelo... La mirada de impotencia que tenías entre el marco de la rabia, ahora es de un odio que lejos de consumirte, como quizás desearías, te hace más fuerte casi inevitablemente.

Haced caso a Darwin: "el fuerte se come al débil". Pero hacedme caso a mí también: "se come al débil si es, además de eso, tonto".
Con inteligencia puedes hacer de casi todo, una virtud. Si te sabes sin recursos, usa la mente. No dejes que la negatividad derrochada por tu yo bipolar (¿cuántos tenemos?) te acabe mirando desde la altura de un precipicio que tu alma no se vea capaz de trepar. Evita la caída. Evita odiarte.
¿Cómo? Dejando de odiar.

"Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a una grieta profunda, ella también mira dentro de ti”. (Friedrich Nietzsche)

Si amas, es fácil que ese amor se focalice en ti y te sepas querer como eres, consiguiendo así, poquito a poco, como se han de hacer las cosas para que estén bien hechas, llegar al paraíso aunque efímero de la felicidad.
Todo lo que sientes, se refleja como en todo espejo, pero en la gente. Entiéndelo, si te muestras débil, o fuerte o lo que sea, te verán como tal y aunque no lo seas, te lo harán sentir.
¡Te conseguirá engañar tu propia máscara! Caerás en tu propia trampa. Débil, fuerte, optimista, pesimista... Seas lo que seas: muéstrate. Sé tú; porque cuando el antifaz es reflejado, tus ojos sólo ven los bodes, ya no ven tu mirada. El reflejo es grande; cada ser humano forma una pequeña porción del mismo.

Lucha pero no te ciegues en el odio. Hazlo por ti. Por tu yo debilitado por el dolor que te hizo odiar. Ayúdate a ser feliz, evitando que otros sufran; aunque creas que... lo merecen. Quién es digno de diagnosticar la maldad de nadie... Quién; si todos somos igual de "ying" que de "yang".
Somos influenciables cuando dejamos de sentir objetivamente. Todo lo que desprendes, se acabará guiando hacia ti transformándote y matándote por dentro si es que es negativo.
Ya que la regla es esta... ¿Por qué no dejar sólo que irradie de nuestra vitalidad aquello que nos hace sonreír? Al fin y al cabo... se te devolverá el favor.
Haz el bien y serás bueno; y no porque lo hagas meramente, sino porque tus actos harán de ti un virtuoso de lo correcto.

Cuánto tiempo hay que mirar al cielo para entender que es azul...


Natalia G. Raimbault ©

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