lunes, 14 de mayo de 2012

Mi silueta en tu mente



Este momento que a mí se me escapa, ¿lo recordarás tú? ¿Tiene todo aquello que acontece una función razonable? Será necesario que todo sea, exista; que el movimiento fluya, escape y se cuele por los telares de la vitalidad.
Cuesta pensar que el paso de un segundo no altere la condición del siguiente así como que su surgir sea en vano. Un segundo es un suceso. Si el tiempo ha de pasar, ha de importar su contenido; precisa de un porqué.
A veces los recuerdos vuelan tan alto que su sombra apenas te es reconocida. Pasan los segundos y traen consigo nuevas ideas que, cuales "ladrillos", crean enjambres mentales.
Dónde van, pues, esos pensamientos que un día fueron tan reales como la mano que escribe... Dónde quedan sus "porqués" cuando no están...

No huyen: escapan. Se transforman y mueven a otras realidades, percepciones y mentes. Forman parte del recuerdo de esas otras personas que formaron parte de su génesis.
¿Se te olvidó el día en que tu primer diente abandonó su pequeño hueco bucal? El recuerdo voló pero quizás tu madre, tu padre, algún hermano... tenga presente aún la estela de aquel instante que de tu archivo infantil se borró. Porque estaban contigo, compartiendo tus segundos. Compartiendo el porqué.
Tuvo que suceder todo por alguna razón. Si me quedo en blanco al escribir o el bolígrafo se me escapa de los dedos y acaba en el suelo, será por un motivo que, a pesar de ser inalcanzable la mayoría de las veces a nuestro entendimiento, existe y conduce cada historia que emana vida.
Fácil es pervivir al tiempo cuando tus "pequeñas historias" no son sólo tuyas; es revitalizante adentrarse en ensoñaciones ajenas y resurgir de cada una de ellas cada vez que se rememoran. Cada vez que te piensan.

Morirás un día, pero no lo hará así tu tiempo. Tu tiempo es más allá del que pisas, ves o sientes. Tu tiempo acabará cuando el último recuerdo del que seas parte integrante, vuele... vuele tan alto en el recuerdo de tu "pensante" que ni su sombra (tu silueta...) pueda ya evocar.



Natalia G. Raimbault ©

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