Corres el riesgo de convertirte en eso
que odias; en aquello que pretendes desterrar de tu vida y, si eres generoso,
de la de los demás.
La vulnerabilidad viene del poder, de la
fuerza, de tu oponente. Tú también lo eres o crees serlo, pero aunque vuestros
poderíos sean semejantes, corres riesgo. Lo corréis ambos.
Tú el que odia; aquello lo odiado.
Aquello que odia; tú el odiado también. Os miráis, os analizáis y... la palidez
cubre nuestros rostros cuando vemos en nosotros lo que detestábamos en...
ellos.
Maldita sea, te ha hecho esclavo de su
odio y teniente insoportable de tuyo.
Se suele decir que quien juega con fuego
acaba quemándose. Yo me decanto por la posibilidad de que acabes quemando como
él mismo...
Cuidado contra lo que luchas: puedes
acabar luchando contigo mismo.
Podríamos decir que aunque suene
extraño, cuanto más luchamos, más vulnerables somos. Pones todos tus esfuerzos
y capacidades en acabar con lo que te atormenta sin darte cuenta por la ceguera
de tu odio de que tu tormento te sondea hasta calar tu corazón y tus más hondos
sentimientos. Es como un aura que todo lo cubre; que todo lo tiñe. Intenta
escapar de una brisa de aire... ¿Qué parte de tu cuerpo no ha rozado la
respiración del suelo que pisas? Ninguna...
La tristeza de la impotencia te cierra
la visión como si mirases por un tubo. Ya no importa lo que hay alrededor. Ya
no lo ves; y como no lo ves, no lo piensas, NO TE DUELE.
Miras fijamente tu objetivo. Te centras
con cautela y ¡sin miedo! Tu mente está tan obcecada que ya no temes ni al
mismísimo terror. Te da igual todo. ¡Te has convertido en un ser inhumano!
Aquello... que odiabas...
Y ahora, está en ti. Eres tú. Te odias A
TI. ¿Cómo luchar contra uno mismo? Es una lucha ganada; conoces tus defectos,
tus puntos flacos y fuertes como nadie. Sabes cuándo atacarte; sabes ganar la
batalla. Pero quién gana... si ganas tú... ¡y pierdes tú!
Qué parte de ti quedará en el suelo...
La mirada de impotencia que tenías entre el marco de la rabia, ahora es de un
odio que lejos de consumirte, como quizás desearías, te hace más fuerte casi
inevitablemente.
Haced caso a Darwin: "el fuerte se
come al débil". Pero hacedme caso a mí también: "se come al débil si
es, además de eso, tonto".
Con inteligencia puedes hacer de casi
todo, una virtud. Si te sabes sin recursos, usa la mente. No dejes que la
negatividad derrochada por tu yo bipolar (¿cuántos tenemos?) te acabe mirando
desde la altura de un precipicio que tu alma no se vea capaz de trepar. Evita
la caída. Evita odiarte.
¿Cómo? Dejando de odiar.
"Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a
su vez en monstruo.
Cuando miras largo tiempo a una grieta profunda, ella
también mira dentro de ti”. (Friedrich Nietzsche)
Si amas, es fácil que ese amor se
focalice en ti y te sepas querer como eres, consiguiendo así, poquito a poco,
como se han de hacer las cosas para que estén bien hechas, llegar al paraíso
aunque efímero de la felicidad.
Todo lo que sientes, se refleja como en
todo espejo, pero en la gente. Entiéndelo, si te muestras débil, o fuerte o lo
que sea, te verán como tal y aunque no lo seas, te lo harán sentir.
¡Te conseguirá engañar tu propia
máscara! Caerás en tu propia trampa. Débil, fuerte, optimista, pesimista...
Seas lo que seas: muéstrate. Sé tú; porque cuando el antifaz es reflejado, tus
ojos sólo ven los bodes, ya no ven tu mirada. El reflejo es grande; cada ser
humano forma una pequeña porción del mismo.
Lucha pero no te ciegues en el odio.
Hazlo por ti. Por tu yo debilitado por el dolor que te hizo odiar. Ayúdate a
ser feliz, evitando que otros sufran; aunque creas que... lo merecen. Quién es
digno de diagnosticar la maldad de nadie... Quién; si todos somos igual de
"ying" que de "yang".
Somos influenciables cuando dejamos de
sentir objetivamente. Todo lo que desprendes, se acabará guiando hacia ti
transformándote y matándote por dentro si es que es negativo.
Ya que la regla es esta... ¿Por qué no
dejar sólo que irradie de nuestra vitalidad aquello que nos hace sonreír? Al
fin y al cabo... se te devolverá el favor.
Haz el bien y serás bueno; y no porque
lo hagas meramente, sino porque tus actos harán de ti un virtuoso de lo
correcto.
Natalia G. Raimbault ©
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