Si realmente fuésemos conscientes de lo
solos que estamos en esta vida, si mirásemos hacia el cielo y viésemos todo lo
que en verdad nos rodea... si la vida fuese un sueño, me paralizaría el miedo.
Creer es una palabra que a poco que ando, empiezo a olvidar. Antes pensaba que la felicidad era un camino y pensándolo, ya era feliz; ahora, es una meta que me espera, pero las ganas de correr no te hacen vencedor.
Hacen falta tantas cosas...
En qué podría yo creer, si apenas sé si soy. La vida se me presenta con peldaños, diferentes alturas. En la cima dicen que está Dios: ese ser omnipresente pero distante, que te quiere pero sin ayudarte, que está... sin estar. Si creyese en él, lo odiaría.
Prefiero no creer y así, no odiar. Seguir siendo como un pobre vegetal arraigado a una tierra, a unas vistas y costumbres y con deseos que aunque sabe inalcanzables, le ayudan a vivir. La resignación se convierte en la mejor medicina en estados de locura. Cuántas veces me he sentado en un parque y al mirar al cielo, he querido desaparecer; dejar de ser lo que soy, sí.
No necesito esto. Pienso demasiado, creo yo; pero son tan fuertes las ganas de descubrirme... ¿No os da miedo la idea de morir sin conoceros a vosotros mismos? Sin haber cumplido vuestros sueños, sin haber experimentado lo que deseáis, sin haber intentado por... A mí me asusta. Me... me espanta.
Qué soy, ¿un ser más? Un ser... cómo, ¿contingente? Estoy por casualidad o tenía que existir. Necesito una misión, o me perderé mientras encuentro.
La inocencia era mi balsa, me impedía caer, pero ahora que acabó por abandonarme, sólo me quedan mis fuerzas y mis intenciones de no hundirme. Bien sabe quien me conoce que soy positiva, muy positiva. Si de algo no encuentro la esencia que me haga menos infeliz, es que no existe.
A veces cuando leo las cosas que escribo me exteriorizo y contemplo la proyección de mis sentimientos. Lo que veo pocas veces lo interiorizo como propio. ¿Soy yo la que dice esto? ¿Soy yo quien cree tan poco de la vida? Pero... ¿quién soy?
Me atrapa la falta de lucidez. Cómo se puede ser feliz e infeliz a la vez. Es una locura; todo lo es. Yo, mi mente, la calle, el mundo, la vida... sólo soy capaz de escoger creyendo saber elegir, pero no me engaño: sólo soy una prolongación más de esta tierra cada vez más estéril de verdad y recuerdos. Paseo por ella como si lo quisiera hacer, sin darme cuenta de que no hay opción que valga, ni a mí ni a nadie tras respirar. Nos germinó y nos hundirá igualmente.
Qué sucederá con mis pasos dudosos cuando ya no esté para repetirlos; quién será el último que se acordará de mí y que al vestir de olvido, de nuevo me hará morir. Por qué pienso estas cosas si al fin y al cabo nada va a cambiar.
Creer es una palabra que a poco que ando, empiezo a olvidar. Antes pensaba que la felicidad era un camino y pensándolo, ya era feliz; ahora, es una meta que me espera, pero las ganas de correr no te hacen vencedor.
Hacen falta tantas cosas...
En qué podría yo creer, si apenas sé si soy. La vida se me presenta con peldaños, diferentes alturas. En la cima dicen que está Dios: ese ser omnipresente pero distante, que te quiere pero sin ayudarte, que está... sin estar. Si creyese en él, lo odiaría.
Prefiero no creer y así, no odiar. Seguir siendo como un pobre vegetal arraigado a una tierra, a unas vistas y costumbres y con deseos que aunque sabe inalcanzables, le ayudan a vivir. La resignación se convierte en la mejor medicina en estados de locura. Cuántas veces me he sentado en un parque y al mirar al cielo, he querido desaparecer; dejar de ser lo que soy, sí.
No necesito esto. Pienso demasiado, creo yo; pero son tan fuertes las ganas de descubrirme... ¿No os da miedo la idea de morir sin conoceros a vosotros mismos? Sin haber cumplido vuestros sueños, sin haber experimentado lo que deseáis, sin haber intentado por... A mí me asusta. Me... me espanta.
Qué soy, ¿un ser más? Un ser... cómo, ¿contingente? Estoy por casualidad o tenía que existir. Necesito una misión, o me perderé mientras encuentro.
La inocencia era mi balsa, me impedía caer, pero ahora que acabó por abandonarme, sólo me quedan mis fuerzas y mis intenciones de no hundirme. Bien sabe quien me conoce que soy positiva, muy positiva. Si de algo no encuentro la esencia que me haga menos infeliz, es que no existe.
A veces cuando leo las cosas que escribo me exteriorizo y contemplo la proyección de mis sentimientos. Lo que veo pocas veces lo interiorizo como propio. ¿Soy yo la que dice esto? ¿Soy yo quien cree tan poco de la vida? Pero... ¿quién soy?
Me atrapa la falta de lucidez. Cómo se puede ser feliz e infeliz a la vez. Es una locura; todo lo es. Yo, mi mente, la calle, el mundo, la vida... sólo soy capaz de escoger creyendo saber elegir, pero no me engaño: sólo soy una prolongación más de esta tierra cada vez más estéril de verdad y recuerdos. Paseo por ella como si lo quisiera hacer, sin darme cuenta de que no hay opción que valga, ni a mí ni a nadie tras respirar. Nos germinó y nos hundirá igualmente.
Qué sucederá con mis pasos dudosos cuando ya no esté para repetirlos; quién será el último que se acordará de mí y que al vestir de olvido, de nuevo me hará morir. Por qué pienso estas cosas si al fin y al cabo nada va a cambiar.
Ay, vida extraña, que me dejas seguir; cómo dueles. Qué daño haces, con intención o sin ella. Si al menos me dieses las respuestas que necesito para creer en mí... Supongo que al final, la búsqueda es el camino, y el querer encontrar es el impulso a no caer. Nunca daré con lo que busco, pero al menos lo sé y aunque no lo acepte, me sirve de zapato con el que caminar.
El ser humano es un animal de costumbres. Sabe cuándo tiene frío, cuando necesita beber, si ama o no... se crea su guión y lo interpreta como puede o en su defecto, como le permiten hacerlo. No obstante, sácale de su escenario y observa cómo llora de desesperación y terror. Aléjate de lo que crees que es verdad y asómbrate del estremecimiento que puedes llegar a sentir.
La locura es un agujero demasiado amplio para ser selectivo. Quepo yo, cabes tú; TODOS. Si no queremos caer es de suponer que con no acercarse será suficiente, pero... cómo no hacerlo si cuanto más cerca la tienes más comprendes la verdadera verdad... Cómo resistirse a dejar de ser vegetal para empezar a volar. Cómo...
Mi enemigo es el tiempo, me roba los segundos con la facilidad con la que cae una gota de agua al suelo. No es nada sutil; es insoportable ser consciente de lo que te quitan y saber que ya nunca lo volverás a tener. Lo que ahora son 19 años de vida, un día serán dos o tres imágenes en un recuerdo.
Seguiré avanzando en este túnel sin ventanas hasta que de una de sus trampas no sea capaz de escapar y tenga que abandonar el viaje. El túnel, el tren, todo seguirá allí, igual y en movimiento; mientras que unos sueños con dueño, fecha y deseo, vuelan junto a mí hacia... qué importa.
En qué pensaré cuando sea mero pensamiento; me gustaría saberlo, la verdad. No puedo creer en un final absoluto o acto puro; tampoco en la eternidad. La energía es perdurable y se mofa de no tener génesis ni juicio final. Aún no conoce los efectos del tiempo, que sabe cómo menguar su intensidad...
Todo tiene un porqué; una razón o incluso varias. Esa es la base para no perder el juicio ante las escenas que se nos van presentando diariamente. Ahora queda saber de qué manera puede accederse a cada causa y, lo que es más importante, si realmente queremos saberlo.
De qué temes más: de no ver... o de verlo todo...
Me vuelves loca, extraña vida.
Y por eso sigo aquí.
¿Hasta cuándo?
No lo sé.
Ni siquiera tú lo sabes.
Del caos no se libra ni el misterio.
Natalia G. Raimbault ©
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