lunes, 14 de mayo de 2012

Gallinitas ciegas

Cuando yo sea feliz, haré feliz a los demás. Así se piensa ahora. Ayudar en estos tiempos es residual; no acto sino condición. Pareció ser que ser altruista debía reunir ciertos parámetros de ¿humanidad?, pero no; no nos engañemos: en este siglo, en este mundo, en esta alcantarilla de ratas con corbata, ser solidario no dista demasiado de ser limosnero.
Si te sobra pan, quizás des pan. Hasta entonces, prefieres ser bondadoso/a con tu estómago. ¿Es así?
Qué es, pues, la mutualidad... Si el dar por dar ya no se estila, ¿por qué nos llamamos "seres HUMANOS"? La humanidad quedó tan lejos que ni el concepto logra encontrar su significado. Las personas, la gente o el rebaño (llámalo "x" si te sientes oveja y te ofendes) prefieren recoger semillitas para SU supervivencia. Ya veis, ni siquiera las hormigas que tan poquito nos daña la pizca de conciencia que nos queda (busca con lupa) aún, hacen las cosas tan egoístamente.
He de suponer que la inteligencia todavía no ha abandonado este mundo, pues en su esencia está ser curiosa... He de pensar, por tanto, que en cierto instante alguien se levantará por la mañana y se percatará de lo poco social que es la sociedad.
Si la vida en grupo no es razón suficiente para la cooperación (empatía, altruismo, beneficencia, tolerancia, respeto y todas esas palabras que sólo sirven para rellenar huecos vacíos en diccionarios apáticos), es probable que la anomia se acabe abriendo paso.

En un mundo en el que las puertas al libre albedrío están tan abiertas, no es de extrañar que surja la perspectiva del intrusismo. Yo me valgo para esto, yo puedo hacer tal cosa, yo sé lo que pasa, yo... yo... yo.
La ayuda cuesta tanto que pedirla da vergüenza. El orgullo ganó a la humildad hace demasiadas civilizaciones. Los vestigios de esto que digo puedes verlos dando dos pasitos fuera de casa y, si me apuras, hasta dentro de la misma. Los lazos familiares ya tampoco son excusa para casi nada, herencias aparte, claro. Para poner la mano todos somos hermanos; para darla...
La cuestión es que damos de lo que sobra y no de lo que falta.

A veces me cuestiono si realmente pensar duele. En serio, puede que haya gente neuronalmente 
sensible a la muerte súbita, no sé. Células nerviosas desbocadas ante cualquier amago de funcionalidad, obligadas a existir con un "por" pero sin un "para". 

¿Tanta maldad se ha extendido ya como para no caer en la cuenta de que tu vida depende de la vida de otro? ¿De verdad podemos creer que somos autosuficientes?
Créete el ombligo del mundo y pide que te traigan una pizza a casa. Quizás podrías ser realmente independiente si te bañases en lucidez y te frotaras esas costras de estupidez con no menos que amoniaco.

Piensan por ahí que depender de otros equivale a no ser libre. Yo me pregunto sin embargo qué de libertad reside en estar solo.
Como una musa poética, la realidad es tan escasa como abundante (y además creciente) la mentira. Hasta para regalar se necesitan avales hoy en día. Claro, no vaya a darse el caso de que esa persona no agradezca tu "regalo" con un obsequio mayor... Quita, quita.
¿Se puede saber en qué idioma se escribió el protocolo para ser buena persona? Es que nadie lo entiende o... ¿será que nadie lo "lee"? Como diría un filósofo griego que ahora no recuerdo (NOTA PARA EL FUTURO: el saber ocupa lugar...): "sólo sé que no sé nada". Y no se equivocó.
La base para ser, para querer y para entender, es dejar de ser, querer querer y, como no, comprender que no entiendes.
Empezando de 0 podrás llegar al 1 con dignidad. Desde cualquier otra posición, restarás puntos.

Disertaciones sobran sobre muchos temas, y hormiguitas con fustas también. Pero soy joven y quiero creer que cuando algo está tan sumamente torcido... al final acaba por retornar a su estado originario. Dicen que el Universo (amiguito mío) es curvo, ¿no?
La cuestión es saber si lo innato en nosotros es de índole bondadosa o previsiblemente todo lo contrario...

Una venda en los ojos puede ser divertida, cómoda e incluso sensual en según qué momentos... Una venda macrosocial hace del que puede ver, un auténtico espécimen social...



Natalia G. Raimbault ©

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