Indagar en los demás no es más duro que
indagar en una misma. Esto último puede ser más doliente. Te encuentras sin
haberte buscado y no sabes qué desenlace tendrá el nudo de la historia de tu
vida.
No lo sabes y por eso lo quieres
descubrir. Unas veces merece la pena encontrar respuestas; otras, más valdría
haberse quedado parada ante esa “puerta” que por alguna razón que entonces entiendes,
permanecía cerrada.
Pensar cosas es fácil. Crear teorías,
establecer hipótesis, ser simbiótico con lo que te rodea... No requiere mucho
esfuerzo. Difícil es creerte lo que dices; convencerte de que tus pensamientos
no son imágenes oníricas sino instantáneas de “algo” que verdaderamente ES y
has sabido diferenciar.
Es complejo hasta la saciedad, mirarse,
sondearse y estar preparado para ver lo que sentimos. Algunas emociones nacen
con la facilidad de una gota de rocío en una mañana primaveral. Otras, no sólo
aparecen sino que permanecen en ti fuertes como la más adherida escarcha.
Y a eso es a lo que voy.
Llora, alma mía, la tristeza que te hizo
soñar en gris lo que ayer era blanco. Deja que caigan los restos de tu dolor
sobre mis mejillas. Sé que estás dentro de mí y de nada sirve cegarme a tu
presencia. Me odias; te odio. Tengo una vida entera y es poco para llorar tu
tristeza; para ser usada cual muñeca por tus anímicos procesos de reducción al
mínimo, a lo que ya tanto estoy acostumbrada. Ódiame, pero hazlo de verdad...
porque yo te quiero.
Mójame de dolor. No sé si lo necesito. No
soy más que el reflejo de lo que soñé ser. Me recuerdo a mí cuando era yo.
Llueven en mi alma gotitas del odio que
me tengo; que me nubla la felicidad como la sombra de un árbol viejo al verde
tallo inmaduro de una flor. Llueve y me moja. El odio lo empapa todo, hasta que
su humedad te congela el ánimo y las fuerzas de avanzar; de seguir en un
trazado que no sabes si dibujar más.
Hablan de autoestima. Amor propio. Cómo
querer a mi peor y mayor enemigo... en esta existencia tan sumamente
irrelevante.
Caí en un lago de realidad irreal. Lo
bueno, lo malo, no son más que las orillas de una misma contingencia. La
coyuntura de mi existencia, bien merece que sueñe conmigo. ¿Cómo me gustaría
ser ahora que sé, que no soy nada?
Viva o no, piense o acepte, hable o
calle, el juego no cesará. No parará el tren porque ya no pueda viajar, no.
Parará mi trayecto, mi partida sin suerte, pero seguirá la tuya, y la de él, y
la vuestra. Nadie sabrá que mis ojos dejaron de reflejar la ensoñación de la
realidad. El odio ya no mojará mis mejillas; fluirá como energía sin prisas a
la muerte.
No habrá cuerpo que al contacto con la
pena, estremezca sus contornos. No. Ya no. Y tú no lo sabrás, porque ni
siquiera yo, que me odio y me deseo, lo sabré.
Viviré en mis recuerdos y moriré en mis lagunas. Yo
misma lloraré mi existencia aun cuando ni el agua me pueda mojar. El tren
seguirá. El juego continuará. Un niño sonreiría y una flor, quizás nazca. Pero
yo no lo veré.
No podré sentirlo; jamás mi mente tendrá
un recuerdo de lo que nunca pudo ver. La imaginación muere con la esperaza. La
esperanza... con la ilusión.
El odio invade el más insondable circuito
vital. La alegría, la felicidad... ¿qué son? Engaños de un espíritu soñador que
te dejaba ver la luz para después hacerte temer la oscuridad. Eso es el bien:
el hermano pequeño del mal. Dos orillas. Dos mundos. Una sola realidad.
Mi amor propio no ha muerto, pues nunca
pudo nacer. Su concepción fue interrumpida por el zumo exprimido de nubes de
rencor y envidias maliciosas. Qué me queda en esta vida... Miles de senderos
para acabar todos, en una misma fosa.
Sacrificios, penas, alegrías disfrazadas,
¿para qué? Caerán en el olvido vital del inmenso caos. El desorden llama al
desorden. No habrá recuerdos. Ya no viviré más. Mis vivencias serán motitas de
lluvia que se secarán con la salida del Sol. Un nuevo Sol para ti, que estás
vivo.
Cuando seas la sombra de tu presencia,
ahora sí, mira hacia atrás. Delante ya no hay nada que ver. Es tiempo de
contemplar el dibujo de tus pasos sobre ese suelo accidentado.
¿Ves el río? Lo marcaste tú. Tu vida. El
agua se seca, pero queda su cauce. Es surco es tu recuerdo. Acuérdate de cuando
vivías. Te acabarás dando cuenta al final, de que era lo más parecido a morir.
Ahora que eres sin estar... regálate amor. ¿Autoestima? Sí; ámate; que no te
haga sufrir el anhelo de lo que nunca fuiste ni tuviste. Todo fue ilusorio,
como lo es ahora. Una mentira de galardón que te hizo, nos hizo, andar sin
zapatos a pesar de notar bajo nuestros pies un espinoso suelo. Las vendas
ciegan. Así es tu enemigo.
Así... eres tú.Natalia G. Raimbault ©
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