lunes, 14 de mayo de 2012

Mariposa sin alas: gusano.



Como las sombras. Como cuando pasas frente a un espejo y sin detenerte alcanzas a ver materializada tu fugacidad. No sabes lo que significa un momento hasta que sobreviene con el tiempo en tu mente. Procesamos ideas, añadimos conceptos, nombres, etimologías incoherentemente conexas... y dibujamos nuestros recuerdos.
Es bonito cuando evocas un instante feliz, ¿verdad? Incluso te es inevitable abrirle la puerta a esa tímida sonrisilla que juega con la comisura de tus labios. Ya no estás sintiendo el estímulo que te hacía sentir bien pues ya no existe, ya pasó. Quedó formando parte como uno más de los eslabones de tu cadena de vida y, sin embargo, cuando recuerdas... logras sentir.

Poderosa es la mente. Nadie sabe dónde descansa, cómo trabaja, qué misión tiene ni qué pretende, pero eso no nos impide abrazarnos a ella como un niño a un suave peluche nuevo.
Nos ayuda a sobrevivir proyectando sentimientos que un día nos alegraron y que hoy quizás no existan. También nos hace fuertes; no todos los recuerdos son agradables a nuestro retener. Es, por decirlo de alguna manera en la que yo misma me entienda, una medida protectora; como una vacuna... emocional. Vivir momentos duros te inmuniza frente a un nuevo acontecimiento de índole similar.
Existe el peligro colectivo de que aquellas personas que sufren y sufren constantemente, acaben por desarrollar una especie de apatía o anestesia sensitiva- espiritual tan grande, que ya no sólo evite que pueda hacer feliz a otros sino que más al contrario les conduzca a fomentar una reacción de rechazo al afín que derive finalmente en daño en cualquiera de sus grados de medición.

De un modo u otro, puedo ver la doble cara de la moneda mnemotécnica: la memoria ayuda y perjudica. Te hace volar y caer, caer y volar. Ella actúa sola; autónoma a tu somático pensamiento. Un olor o unas vistas pueden ser suficientes para activar el "encendido" del recuerdo...
La balanza calibra el resultado positivo o negativo de la diferencia entre la memoria grata e ingrata. Yo me pregunto si aquéllos que suelen obtener una conclusión negativa (etiquetados socialmente como depresivos, distímicos, pesimistas, apenados, melancólicos...), son capaces de dar lo que ellos no son capaces de rememorar.

Empiezo a ver una correlación importante entre el lado oscuro de la humanidad y la repercusión emocional del resto para con ellos. Me explico: cuando nuestro comportamiento con la gente es poco mutualista y no buscamos incrementar el autoestima o amor propio de las personas, lo que conseguimos es moldear personalidades dolidas, gente permanentemente pendiente de un hilo que como el péndulo de un reloj, les va llevando de la soledad a la agonía sin detenerse nunca el tiempo suficiente como para hacerse a ninguna de las dos vidas. Gente triste que sólo logra ver en sí misma la bocanada de aire que tanto necesitan para sobrevivir.
No se aferran a nada ni a nadie pues de todo y todos desconfían; no tienen recuerdos amables, y la prevención al dolor empieza a hacer de ellos seres insensibles que no pueden dar un abrazo cuando ellos nunca lo recibieron antes. No tuvieron el estímulo y por consiguiente, su memoria no lo archivó como respuesta a nuevas situaciones que requieran amor o cariño. Aprendieron de lo que vieron. Y sus caminos empezaron a disolverse.
Sólo son capaces de vivir por ellos mismos independientes al efecto de sus pasos en los caminos de los demás.

Conclusión: ¿no deberíamos cuidar más el desarrollo emocional de las gentes? ¿No tendríamos que adoptar todos un rol más "materno" a la hora de tratar con alguien?
El egoísmo es más nocivo de lo que ya se hacía contemplar. Fomentar la impasibilidad es como talar árboles: un día, el horizonte te hará llorar.
Cada persona es una nueva oportunidad y no deberíamos ser tan estúpidos y egocentristas como para dejar pasar tantos trenes cargados de ocasiones favorables para actuar BIEN en la vida.

Si afortunadamente tenemos recuerdos alegres, apoyémonos en ellos para crear unos nuevos en los demás. Si ya tienes la mitad de tu vaso lleno, espera a llenar la mitad de otro que esté vacío para acabar de llenar el tuyo... Es bonito, ¿no? Ayudas y haces un bien comunitario. Tenemos que ser conscientes de que la interrelación humana nos permite actuar en una muestra y a pesar de ser limitada, poder llegar a una extensa concentración. Es la magia de la unión; uno a uno, se llega al máximo... Y ahí llegamos, con esa premisa final, al problema que subyace en que estemos como estamos y nos vaya como nos va: creemos que para cambiar las cosas hay que cambiar el mundo, pero no... Hay que cambiar a las PERSONAS.

Mi balanza es positiva hoy por hoy, y mi vaso está medio lleno.
Si te puedo ayudar...

Es la actitud.


¿Y sabéis que es lo más bonito y generoso que podemos hacer? No esperar siquiera a tener un vaso que llenar nosotros, para ayudar a colmar el suyo a otro.





Natalia G. Raimbault ©



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